Lo primero que se le pasa a uno por la cabeza cuando le llaman para participar en Vidas Anónimas, es que eres un freaky. Un tipo raro. Alguien a quien filmar para que la gente en casa pueda reirse sin complicidad y con un punto de maldad, que todos tenemos dentro y que no sé si es sano tenerlo pero es muy sano reconocer que lo tenemos.
Venga.. ¡Pues por supuesto que tú también lo tienes!! ¿No te descojonaste cuando viste a esa señora que entraba todos los días a su casa con una bolsa de plástico en la cabeza para evitar que su vecina le orine encima? No te preocupes, es lo más lógico. Si uno se ríe de sí mismo, ¿por qué no de lo demás?
Eso precisamente inferí cuando me comentaban la propuesta desde la productora de Vidas Anónimas y, sin demasiadas vueltas, les dije que sí. Creo que pensé que ya estaría a tiempo de decir que no más adelante, una vez que le diera un pensamiento en mi cabeza, pero no hizo falta, ya que Luis Espinosa, periodista encargado de mi mini reportaje, me convenció de que “la nueva temporada alterna freakys con personajes interesantes”.
Por alguna razón narcisista me incluí entre los no-freakys, aunque puede que mi optimismo se vea abofeteado ante un reportaje sesgado, amarillo y con una óptica cruel.
¡Me la suda! ¡Yo lo que quiero es saludar a mi madre en la tele! 🙂
Beatmac